Avisos

 

¿Quién podía estar gastándole una broma? Al principio le hizo gracia pero con el tiempo la agudeza de la misma había perdido todo sentido cómico. Raúl se había cansado de aquél juego y estaba dispuesto a pillar al culpable. Lo que empezó inocentemente se había convertido ahora  en un asunto turbio y desagradable.
Todo comenzó hace siete días, con un anónimo…
 
Primer Día
 
Raúl regresaba del trabajo con el rostro reflejando la dureza de una extensa jornada laboral. Eran las diez de la noche. Al entrar al portal hizo lo que hacía siempre. Abrió el buzón y recogió las cartas que había en su interior. Entró en el ascensor y tras pulsar el botón de su piso echó un vistazo a la correspondencia: facturas, publicidad y un sobre pequeño, en blanco. Lo abrió al mismo tiempo que el ascensor llegaba a su destino. Su interior contenía un trozo de cartulina blanca que extrajo con cierta curiosidad. Había una frase escrita con rotulador rojo:
 
DENTRO DE NUEVE DIAS ESTARAS CRIANDO MALVAS
 
Raúl introdujo la cartulina en el sobre y al entrar a su casa lo tiró a la papelera, junto a la publicidad.
 
Segundo Día
 
Algo le despertó a las nueve de la mañana. En un primer momento pensó que eran sus vecinos de arriba, que volvían a discutir, pero no se trataba de  eso. Se levantó extrañado y recorrió el salón en calzoncillos hasta que identificó los ruidos que lo habían arrebatado de su sueño. Alguien llamaba a la puerta.
Se puso un pantalón pero no llegó a abrochárselo. Se acercó a la entrada y abrió la puerta. No vio a  nadie, ¿Quizá había tardado demasiado en abrir? Estuvo a punto de cerrar hasta que vio algo blanco en el suelo, sobre el felpudo. Frunció el ceño y se agachó para recogerlo. Era un trozo de cartulina blanca. Le dio la vuelta y comprobó que había una frase escrita, de nuevo con rotulador rojo:
 
“TOMATELO EN SERIO: YA SOLO TE QUEDAN OCHO DIAS, DESPUES MORIRAS”
 
Masculló entre dientes y estrujó disgustado la cartulina. “Malditos bromistas”, pensó, y no le quiso dar más importancia.
En el trabajo se olvidó por completo de todo.
 
Tercer Día
 
Raúl había tenido un día tranquilo. A las cinco de la tarde se encontraba en el taller donde trabajaba y todo transcurría con normalidad, hasta que ocurrió lo que tenía que suceder. El encargado apareció en su puesto acompañado de una amplia sonrisa que cubría su rostro de oreja a oreja. Llevaba algo en las manos.
-¿Tienes una admiradora secreta?.-preguntó con sarcasmo. Raúl le miró sin comprender a qué se refería y no pudo evitar fijarse en lo que el encargado traía en las manos. Era una flor, en concreto una rosa, de pétalos negros.
-Ha llegado por mensajero, es para ti. Viene con una nota.
El encargado se la entregó y después se marchó murmurando algún comentario jocoso. Raúl contempló estupefacto la rosa negra y después el pequeño sobre. Lo abrió y rápidamente vio el color rojo de las palabras que estaban escritas sobre la superficie de un trozo de cartulina blanca:
 
“TU VIDA SE MARCHITARA EN SIETE DIAS”
 
A Raúl no le hizo ninguna gracia. Miró a su alrededor esperando encontrar a sus compañeros partiéndose de risa pero los vio trabajando, ajenos a todo. Esta vez Raúl se guardó la nota en un bolsillo y contempló durante varios segundos la rosa de pétalos negros, después la aplastó con una de sus manos.
 
Cuarto Día
 
Esperaba encontrarse de nuevo un anónimo  en el buzón, una nueva nota escrita en cartulina pero en esta ocasión no fue así. No pensaba demasiado en ello pero tampoco podía quitárselo de la cabeza. El asunto era extraño, pero dedujo que se trataba de  una broma, de mal gusto, por supuesto, pero de una broma al fin y al cabo.
Había escrito en una hoja de papel los nombres de los posibles bromitas: Compañeros de trabajo, amigos de la cuadrilla, su propio hermano… pero no lograba acertar quién pudiera estar divirtiéndose a su costa.
Era viernes y, como tenía costumbre, salió de marcha con varios amigos. Todo transcurrió como en otras ocasiones,  con la peculiaridad de que esa noche una morenaza que había en la barra de un bar le observaba con ojos cautivadores. De pelo rizado y labios rojos como la sangre, no le quitaba ojo y le sonreía, invitándole a acercarse. Raúl, animado por sus amigos, se aproximó a ella y entablaron una conversación. Pocos minutos después los dos salieron del bar.
Raúl no se paró a pensar en la insólita  razón por la que una mujer de aquellas características, con un cuerpo escultural, se había fijado en él. Solo pensó que había tenido suerte y que debía disfrutar y aprovecharse del momento. Y eso estaba dispuesto a hacer.
Entraron en el portal del piso de Raúl y ya en el ascensor comenzaron a besarse apasionadamente. Las manos de la morenaza fueron despeinando la cabeza de Raúl mientras las del chico buscaban los sugerentes pechos para apretarlos. Estaban duros, erectos. Después, tras un movimiento rápido de brazos, las manos de Raúl se desplazaron hasta posarse en el culo de la morenaza. Estaba dispuesto a hacerlo allí mismo, sin importar nada más, pero la chica lo contuvo con una sonrisa. Raúl, rugiendo como un animal en celo, abrió violentamente la puerta del ascensor y buscó sus llaves. Llegó hasta su piso y abrió con brusquedad. Los dos entraron en su interior, entre risas y jadeos.
Volvieron a besarse hasta que llegaron a la cama y se tumbaron, uno encima del otro. Raúl escogió abajo. La morenaza le arrancó la camisa de un zarpazo y comenzó a besar el pecho apenas poblado del hombre. Raúl gimió en un principio de placer y luego de dolor, al sentir los pícaros dientes de la mujer mordisqueando sus pezones.
Se sobresaltó cuando la morenaza se levantó y pidió ir al baño con la mirada cargada de una explosiva carga sexual. “No tardes” le dijo Raúl mientras se quitaba la ropa y dejaba al aire el esplendor de su excitación.
Nunca más volvió a ver a aquella mujer. De hecho, no salió jamás del cuarto de baño.
Impaciente, Raúl la llamó varias veces pero no recibió respuesta. Intrigado por el silencio, el joven llamó a la puerta del baño y finalmente optó por entrar en él.
Estaba vacio.
Raúl no podía entenderlo, hasta que vio en el espejo, escrito con trazos gruesos de carmín, una frase que le heló la sangre:
 
“SEIS DIAS PARA ENTRAR EN EL INFIERNO”
 
 
Estaba convencido de que todo había sido una jugarreta de sus amigos. Era obvio. Mensajes extraños y truculentos, una morenaza imposible de que se fijara en un hombre como él…, sí, todo era demasiado bonito para ser verdad. Durante el resto de la noche esperó la llamada de sus amigos, sus carcajadas, sus insultos, pero finalmente el sueño lo venció y Raúl quedó dormido, tumbado en la cama, aún desnudo.
 
Quinto Día
 
Aquél sábado por la mañana al despertar, a eso de las doce del mediodía, Raúl notó un agudo dolor en la nuca y se llevó la mano hacia ella, notando que al rozar sus dedos con la zona, sentía una especie de escozor. Pensó que algún bichito le había picado.
Recordó a la chica morena y estuvo a punto de excitarse de nuevo, pero se sentó en la cama y estalló en una cruenta carcajada que retumbó en la habitación, como si se hubiera vuelto loco de repente. Le estaba viendo la gracia a la broma y se levantó para dirigirse al cuarto de baño con intención de orinar. Miró el espejo y se sobresaltó al comprobar que no había nada escrito en él. No recordaba haber borrado el mensaje y comenzó a dudar si todo no había sido más que un divertido sueño. Al ver la marca de dientes junto a sus pezones descubrió que en realidad todo había sucedido tal y como lo recordaba.
Se dio una buena ducha y al no poder quitarse de la cabeza la imagen sensual de la mujer con la que había estado a punto de consumar, usó agua fría. Mientras secaba su cuerpo estuvo pensando en los anónimos que estaba recibiendo y rió de buena gana convencido de que alguno de sus amigos había ideado semejante estupidez. Hoy sábado, esperaba encontrar una nueva nota, anunciando los días que le quedaban de vida, ¿Seis, verdad? Pero no sucedió nada excepcional, no al menos hasta la noche.
Había acabado de cenar y dudaba si fregar los platos o tumbarse en el sofá frente a la televisión, con el mando a distancia en una mano y en la otra una botella de cerveza bien fría. Escogió esta última opción.
Zapeando entre malas películas mil veces vistas y programas del corazón, Raúl estuvo tentado de lanzar el mando hacia el televisor, pero finalmente no lo hizo. Estaba frustrado, aburrido. Entonces sonó el teléfono.
Malhumorado por sentirse obligado a levantarse, protestó mientras lo hacía. Cuando descolgó el teléfono no oyó ningún ruido al otro lado y pensó que la comunicación se había cortado. Colgó y regresó al sofá. Nada más hacerlo volvió a sonar el maldito teléfono.
Corrió hasta él y tras descolgarlo pegó la oreja irritado. Esta vez sí oyó algo al otro lado. Algo que le hizo estremecer.
Aunque lo estaba esperando no sabía la forma en que iba a producirse.
Una voz gutural y profunda, que parecía proceder del mismísimo más allá se dirigió a él y, en un tono cavernoso, le lanzó el siguiente mensaje:
 
CINCO DIAS PARA QUE LA OSCURIDAD TE ABRACE
PACIENCIA, ME ESTOY ACERCANDO”
 
Fue el instinto. Raúl colgó con violencia y permaneció en silencio con las manos en la cabeza. La voz sonaba una y otra vez en su cerebro y cada vez resultaba más terrorífica. Aquella historia comenzaba a perder la gracia.
 
Sexto Día
 
Apenas había podido dormir. Raúl no era una persona miedosa pero la voz se le había quedado grabada en su cabeza y se repetía con insistencia. Pese a estar convencido de que todo era producto de una maquiavélica broma, Raúl no dejó en toda la noche de darle vueltas a todos y cada uno de los incidentes. La cabeza le dolía horrores.
Tras una ducha mañanera, se vistió con un chándal viejo y salió a correr unos kilómetros, algo habitual los domingos. Mientras corría, tuvo la sensación de que los transeúntes le observaban con interés y recelo, como si todos ellos supieran que le quedaban muy pocos días de vida…. ¿Pero qué estaba pensando? ¿Acaso se iba a dar por vencido e iba a permitir que los bromistas se salieran con la suya? ¡Nadie se iba a reír a su costa!
Cuando regresaba a casa, al cruzar la calle, un camión estuvo a punto de atropellarle. Sonó un claxon rabioso y Raúl tuvo la habilidad de echarse hacia atrás para evitar un desenlace fatal. Oyó el grito horrorizado de una mujer y la voz de un hombre  que había presencia el incidente que decía “¿Quieres morir?”
Una voz más fuerte, potente y visceral, retumbó  desde alguna parte:
 
“TODAVIA NO PUEDE MORIR,
AUN LE QUEDAN CUATRO DÍAS…”
 
Raúl miró a su alrededor pero no pudo localizar a la persona que había pronunciado aquella frase, es más, tuvo la extraña sensación de que él había sido el único de los presentes que la había oído. La voz era muy parecida a la que escuchara a través del teléfono. Su rostro comenzó a sufrir una ligera transformación, donde los rasgos mostraban los síntomas de un  pánico que comenzaba a surgir de una manera aplastante. La cabeza le daba vueltas y sentía un intenso vacío en el estómago.
-Oiga, joven, ¿Se encuentra bien?.-dijo la voz de un anciano de rostro preocupado.
No, Raúl no se encontraba nada bien.
 
Séptimo Día
 
El despertador sonó a las cinco de la mañana y le costó varios minutos darse cuenta de ello. Tenía el cuerpo completamente agarrotado, pero se levantó y se dio una buena ducha para despejarse. Después de vestirse y de un pequeño vaso de café, se marchó hacia el trabajo.
Iba conduciendo en malas condiciones. Un sólido dolor de cabeza le impedía centrarse correctamente en el asfalto y una fuerte tormenta, que se había desencadenado paralelamente a su despertar, hacía desapacible cualquier intento de ver las cosas con ojos tranquilizadores.
Cerca ya de su lugar de trabajo, en el transcurso de una recta larga, oscura y solitaria, Raúl pisó el acelerador. Iba pensando en la macabra broma que le estaban gastando y se imaginaba que algo nuevo descubriría al llegar a su trabajo. Un nuevo anónimo, o una nueva rosa negra, o quizá cualquier otra estupidez que le anunciara que le quedaban solamente tres días de vida. Era el colmo de lo absurdo. En cuanto tuviera ocasión iba a agarrar de la pechera al estúpido bromista y le iba a estampar el puño en la cara. ¡Nadie se reía de él!
Y sin embargo…
Tenía la sensación de que algo más había en toda esta historia, algo que se le escapaba.
De todos modos no tuvo que esperar demasiado tiempo para comprobar que algo no encajaba en el sentido y en la lógica.
Fue antes de llegar al trabajo, en aquélla recta larga, oscura y solitaria.
Raúl suspiró consternado al sentirse presa de una situación que no podía entender y miró unos instantes al retrovisor.
¡Pisó el freno de inmediato!
La figura de un hombre vestido de negro lo observaba con ojos muertos desde el asiento de atrás.
El coche chirrió y las ruedas frotaron el asfalto con tanta violencia que comenzaron a salir humo de ellas.
Gracias al cinturón de seguridad, el cuerpo de Raúl quedó prácticamente clavado en el asiento. Agarró con fuerza el volante y volvió a mirar al espejo. El hombre seguía allí y lo miraba en silencio, a través de unos ojos que a Raúl le resultaron malignos.
-No te gires.-dijo el hombre misterioso con voz átona.
Raúl obedeció, estaba muy asustado. Preguntó quién era ese hombre.
-Soy un mensajero.
Raúl lo miró a través del espejo y antes de hablar tragó saliva
-Y vienes a decirme que ME QUEDAN TRES DIAS DE VIDA, ¿Verdad?
El siniestro personaje había desaparecido. En ese preciso instante, Raúl tuvo conciencia de que todo aquello no era producto de una broma y comenzó a tomarse en serie lo que parecía ser una sentencia de muerte.
 
Octavo Día
 
Cuando a una persona le van avisando de que le quedan pocos días de vida y se lo toma a broma, cuando se convence de que hay una siniestra realidad tras los avisos, ya es tarde para intentar poner remedio. Tres días no dan para mucho y Raúl lo sabía. Estaba muy asustado y optó por no levantarse de la cama hasta bien entrada la mañana. No había acudido al trabajo, ni siquiera llamó para informar de su ausencia, no estaba dispuesto a hacer nada que pudiera darle la oportunidad a quién fuera de dejarle un nuevo y escalofriante mensaje.
El teléfono sonó pero él no lo cogió.
Alguien llamó a la puerta, pero él no abrió.
Consciente de que lo que le estaba ocurriendo era sumamente extraño, atisbaba en algún rincón profundo de su raciocinio que el asunto contenía algunos ribetes misteriosos y no explicables, por eso no encendió la televisión ni la radio, tampoco quería leer absolutamente nada. No iba a facilitar las cosas a la caprichosa forma de indicarle que solamente le quedaban dos días de vida…
Pero el destino no puede detenerse… o al menos Raúl no supo cómo hacerlo.
Después de comer había decidido acostarse de nuevo. El fuerte  dolor de cabeza continuaba atormentándole. Pese a ello, se durmió en cuestión de minutos.
Despertó sobresaltado. ¡¡No podía respirar!!
Abrió los ojos pero notó que tenía algo sobre ellos que no le permitía ver absolutamente nada. Primero pensó que era la sábana pero al apreciar que no estaba solo en la habitación (notaba una profunda respiración) supuso que alguien le había colocado una venda. Se equivocaba.
Intentó abrir los ojos pero no podía hacerlo. El esfuerzo le suponía sentir un dolor insoportable y se asustó al comprender que el extraño visitante que estaba junto a la cama, probablemente observándole con una expresión de entera satisfacción, le había cosido los párpados.
Abrió la boca para proferir un grito solicitando ayuda. La boca no se abrió. Sus labios estaban sellados.
Raúl oyó una pequeña risa y notó el aliento del desconocido sacudiendo su rostro. Notó algo viscoso y húmedo recorriendo su cara y movió la cabeza para espantar “aquella cosa”, pero la lengua del intruso continuó lamiendo el rostro de Raúl.
 
“TE LO HE ESTADO ADVIRTIENDO Y TE HAS BURLADO DE MI
AHORA SOLO TE QUEDAN DOS DIAS DE VIDA”
 
Raúl reconoció la voz. La misma que sonara a través del teléfono, la misma voz, lúgubre, profunda y lejana, que escuchara en la calle, cuando casi fue atropellado. Estaba convencido que aquella voz no era humana…
¡La muerte! ¡Eso era, claro! ¡Allí estaba para llevárselo!
Resultaba inaudito pero era la única explicación a la que podía llegar en aquellas circunstancias y tras analizar todos los acontecimientos. La broma era evidente que ya estaba descartada, la posibilidad de que todo no fuera más que las tretas horrendas y oscuras de un psicópata caían por su propio peso al percibir en algunos momentos, pequeños fragmentos irreales que mantenían con fuerza una posible conexión sobrenatural en tan turbio asunto.
¡La muerte!
 
 
 
Noveno Día
 
Raúl ya era consciente de que su final estaba cerca. En las circunstancias en las que se encontraba, no podía hacer otra cosa que esperar. Y eso hizo.
Apenas podía moverse. Con los parpados cosidos y la boca sellada, el miedo lo tenía completamente inmovilizado. El constante y agudo dolor de cabeza y los miembros agarrotados, le impedían cualquier movimiento. Postrado en la cama permaneció a la espera.
Esta vez no era necesario que nadie ni nada le informara de que solo le quedaba…UN DIA DE VIDA.
 
Ultimo Día
 
La muerte entró sin abrir la puerta. Lo hizo atravesando la pared y se personó en la habitación donde Raúl yacía, aguardando su momento.
La temperatura bajó de forma considerable y un olor putrefacto se adueñó del lugar. La Muerte observó a su presa con el rostro febril. Una pequeña e inesperada bruma comenzó a aparecer alrededor de la Muerte y rodeó por completo la habitación, pareciendo que todo había desaparecido en su interior. Pero si mirabas bien se podía distinguirse el vestido negro de la Muerte avanzando hacia Raúl.
Supo que estaba allí y no hizo nada por rechazar la fría presencia de la Muerte. Raúl estaba resignado. Las largas horas de inmovilidad le habían ofrecido una tranquilidad que incluso a él le sorprendió, pero cuando las cosas se tuercen de esta manera, es absurdo luchar contra ellas. Raúl se había rendido.
Oyó hablar a la Muerte, con su voz lúgubre, profunda y lejana, pero el sonido estaba tan distorsionado que Raúl no podía entender lo que le estaba diciendo. Comenzó a notar algo caliente y viscoso que manchaba sus oídos hasta que dedujo que era sangre.
Los orificios de la nariz se le taponaron completamente y comenzó a sufrir convulsiones al no poder respirar. El fuerte dolor de cabeza había desaparecido por completo, sustituido por la voz de la Muerte que no dejaba de hablarle. Notó una fuerte presión en su pecho hasta que definitivamente dejó de respirar y su cuerpo quedo tendido sobre la cama, completamente inmóvil.
La bruma comenzó a desaparecer y la Muerte se marchó con ella. La temperatura de la habitación había retomado a la normalidad. Raúl estaba muerto, con una expresión en su rostro de angustia que mostraba sufrimiento en el momento de su muerte. La sangre seguía manando de sus oídos…
En la pared, usando la sangre del propio Raúl, alguien había escrito:
 
“TE LO ADVERTI”
 
Primer día
(En el otro extremo de la ciudad)
 
Verónica se despertó a las cuatro de la madrugada y comenzó a dar vueltas por la cama, pero ya no pudo conciliar el sueño y optó por levantarse. Bebió un vaso de leche y después tomó la decisión de encender el ordenador. Miró sus mensajes y visitó varias webs. Una de aquellas páginas era un blog de Relatos Cortos y tras leer una historia escalofriante se le abrió una ventana a la derecha con un texto escrito en rojo:
 
“TE QUEDAN NUEVE DIAS DE VIDA”
 
Verónica la cerró sin prestarle mayor atención suponiendo que se trataba de un enlace publicitario. Ignoraba que su  vida iba a cambiar por completo desde aquél mismo momento, bueno, para ser sinceros… lo poco que le quedaba.
 
 
 
 
 
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