Casuistica de 1932
CASUISTICA OVNI AÑO 1932 EN ANDALUCIA

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Referencia 19321208 Arroyomolino de León (Huelva)

 
OBSERVACION DE UNA ESPECTACULAR LUMINOSIDAD SOBRE LAS 24 HORAS DEL DIA 8 DE DICIEMBRE DE 1932 EN ARROYOMOLINOS DE LEON (HUELVA)

(El suceso se transcribe tal como lo hace el investigador Ignacio Darnaude)

LUGAR DE LOS HECHOS: Se trata de la localidad de Arroyomolinos de León, provincia de Huelva, en la raya entre ésta y Badajoz; carretera de Sevilla a Fregenal de la Sierra, a unos 100 kilómetros de La Giralda. La mentalidad y habla de los arroyencos es bastante más extremeña que andaluza. Un tranquilo y agradable paraje agrícola y ganadero rodeado de hermosas dehesas donde se cría el cerdo ibérico, rústico animal que tras la popular matanza se nos sirve en excelentes jamones y chacinas. El bello y alargado pueblo -que por entonces contaba con unos 5.000 habitantes- se halla enclavado en un atractivo paisaje de montes y valles salpicado de encinares, a 700 metros de altura.
 
CRONOLOGÍA: Los raros sucesos tuvieron lugar del 8 al 9 de diciembre de 1932, fiesta de guardar de La Inmaculada Concepción, al filo de la medianoche (entre las once y media y doce). El cielo estaba encapotado y caía una lluvia persistente, aunque sin el menor asomo de truenos ni tormenta. El aguacero persistió después de los extraños fenómenos.
 
LOS TESTIGOS: Se han localizado a tres personas que con seguridad contemplaron en las alturas el “melón ardiente” que atemorizó a los arroyencos: la señorita Regina Santos Núñez, que reside en la calle Primo de Rivera número 110, algo más abajo de las Escuelas Nacionales (es la carretera que cruza el pueblo a todo lo largo); y Josefa González Vázquez (junto con su hermana Esperanza), con domicilio en la Plaza de la Iglesia.
 
LA OBSERVACIÓN: En la plácida y acuosa medianoche de La Purísima, se divisó de repente una espectacular luminosidad, originada por una masa en forma de “melón de fuego” (literal) que caía del cielo precipitándose sobre la vertical de la población, pero en apariencia sin llegar a estrellarse contra el suelo. Cuando el cuerpo incandescente había alcanzado una cierta altura en la trayectoria de su descenso, la cosa fusiforme se deshizo o dividió en fragmentos, originando una ensordecedora explosión, bien distinta al conocido fragor que sigue a los relámpagos. No hemos averiguado el tamaño aparente del elipsoide iluminado, su velocidad y movimientos de caída ni la altitud a la que se desintegró.
 
REACCIÓN POPULAR: Corrían por entonces los conflictivos tiempos de la II República. Dos meses antes, el 6 de octubre de 1932 y durante una tensa Huelga General, se desencadenaron disturbios en Arroyomolinos, resultando heridos cuatro guardias civiles. La agitación social en la villa era muy acusada y el miedo y el odio se mascaban en la atmósfera. En la cárcel de la calle Grande (donde metieron un tiempo a Florencio Darnaude Campos, jurídico del Ejército de Tierra) se hacinaba una veintena de detenidos.
 
Cuando el supuesto aerolito atronó los cielos, los lugareños creyeron que se trataba de una bomba de gran potencia colocada por los extremistas por motivos políticos, y cundió una fuerte alarma. Los que ya dormían se despertaron sobresaltados, y el pueblo en masa se lanzó a la calle presa de gran nerviosismo preguntando qué había pasado. En la Casa Cuartel acechaban más de veinte guardias civiles concentrados desde la revuelta de octubre, quienes al oír el estruendo se parapetaron empuñando los fusiles en el interior del edificio, temiendo que se tramaba un atentado terrorista contra la fuerza pública.
 
Un operario a las órdenes del contratista Cristóbal Luque (natural de Valencina (Sevilla)), que trabajaba en la construcción de la carretera Arroyomolinos-Cañaveral de León, estaba sumido en el más profundo sueño en su alcoba de la Fonda de Parente, con fachada a la carretera a Fregenal, y sin recordar cómo se encontró de improviso en mitad de la calle vestido, con las botas puestas y los calcetines en la mano.
 
EL APAGÓN: Inmediatamente después del enorme traquido, la luz eléctrica se extinguió en todo el lugar durante unos dos segundos, luciendo a continuación con normalidad. Antonio Darnaude Campos, empresario del alternador movido por gas pobre que suministraba la energía eléctrica, asegura que no encontró explicación alguna a la interrupción del fluido, ya que ni el motor, ni la dinamo ni la red de cables sufrieron el menor deterioro.
 
Las instalaciones se encontraban en aquel momento bajo la supervisión del electricista Guillermo Silva Ballesteros, quien declaró que nada anormal se había registrado en las dependencias de la “Electro-Harinera-Panificadora San Fernando” que justificara la caída momentánea del voltaje en los conductores. La unidad motriz y el alternador continuaron funcionando sin alteraciones, y Guillermo no manipuló en esos segundos ningún interruptor ni reóstato.
 
INTERFERENCIAS ELECTROMAGNÉTICAS: En la residencia de Antonio Darnaude Campos [hermano soltero de Narciso , padre del que da cuenta de los hechos], hombre dotado de una fiel memoria para las ocurrencias del pasado, casa sita en calle Primo de Rivera,33; se incendió la instalación eléctrica del piso alto, seguidamente de la conflagración atmosférica. Un empleado que pernoctaba en la misma planta junto con su esposa Hipólita (empleada de hogar de la familia) en casa de Antonio, Martín Rodríguez Garrido (más conocido como “Martín el del Tío Peregrino”), corrió escaleras arriba hasta conseguir dominar las llamas en los hilos de cobre. En el piso bajo el cristal de una bombilla eléctrica, que estaba apagada cuando sobrevino la detonación, resultó pulverizado en pequeñísimos trozos.
 
Desde el inmueble del número 33, una pareja de cables conectados a un receptor de radio cruzaba la carretera hasta el “casino” (taberna) de la acera de enfrente, donde enchufados a un altavoz habilitaban el que se transmitieran a los parroquianos, sentados en camillas con braseros de picón bajo sus faldas, las emisiones radiofónicas captadas en la acera de enfrente por el aparato del dueño de la fábrica de harinas, pan y electricidad. Ambos conductores se rompieron en coincidencia con la explosión.

De los tres únicos captadores de ondas que existían por aquel entonces en Arroyomolinos, dos resultaron deteriorados por el percance sonoro y dejaron de funcionar. Al radiorreceptor de Antonio Darnaude se le quemó el condensador fijo en la entrada de la antena. El doctor Diego Vélez Escassi tenía su radio apagada, y no obstante al día siguiente no emitía sonido alguno. La tercera unidad pertenecía a Cornelio Fernández, que la mantenía encendida en su domicilio de la calle San Roque esquina a Primo de Rivera, y allí no se notaron perturbaciones en el momento crítico.
 
EFECTOS ADICIONALES: En la estructura de la Iglesia Parroquial se entreabrió una grieta en el enfoscado de uno de sus muros interiores. En la Fonda de Parente (Primo de Rivera, 29) se derrumbó un tabique que dividía dos habitaciones de huéspedes, provocando la consternación de Domingo Parente, corpulento hotelero de la villa.

En la pequeña factoría eléctrica ya mencionada, existía bajo techo y en el interior de la nave de motores un foso seco con dimensiones aproximadas de 1,50 metros de ancho, 2 de largo y 2,50 de profundidad, hueco que albergaba el tubo de escape del motor, alimentado por el gas pobre generado por un gasógeno de gran tamaño alojado en una estancia anexa y que se caldeaba con leña de jaras, y asimismo, otro caño que conducía agua desde un pozo situado en el exterior. El fondo de este agujero era de roca viva de notable consistencia. A la mañana siguiente se comprobó con asombro que el piso de la poza aparecía removido y cubierto de piedras sueltas (“una carga de lascas”), pedazos arrancados del duro subsuelo por una fuerza desconocida de tremenda potencia. Algunos de estos peñascos tenían un peso de más de diez kilos.
 
La onda expansiva -o lo que fuera, porque la causa de tantas anomalías no ha quedado nada clara- había sido tan formidable ¡y tan selectivamente localizada! como para destrozar tres metros cuadrados de recia cantera en bastantes centímetros de profundidad, intramuros de un cilindro angosto y bajo el nivel del pavimento.

Y un detalle significativo: tanto en la central de energía como en la posada y en el templo parroquial, lugares donde se constataron destrozos físicos en su recinto interior, la techumbre y los muros no sufrieron el menor desperfecto. Lo mismo ocurrió en el hogar de Antonio Darnaude, donde un platero-aparador se vino abajo en la cocina con gran estrépito, ocasionando la rotura de la vajilla doméstica; y se partieron también dos cristales de la ventana que conectaba los fogones con el patio.

En el edificio contiguo de Primo de Rivera, 31, una fascinante “tienda de todo” propiedad de Francisco Marín Carneiro (cuñado, por cierto, de la protagonista Josefa González Vázquez), inolvidable y abigarrado establecimiento que expendía cualquier tipo de artículo que la abundante clientela pidiera, colindante a su vez con el fondista Domingo Parente, apareció una zanja ahondada (¿por qué presión o empuje?) en el suelo terrizo del corral, con dimensiones de 2,00 x 1,50 x 0,50 metros. El manto vegetal y las arcillas habían sido extraídos y se veían esparcidos alrededor de la flamante oquedad.

¿UNA MINI-ORTOTENIA LOCAL?: Se da la curiosa circunstancia de que los enclaves donde la luz elipsoidal no identificada causó desperfectos, se encuentran emplazados aproximadamente en una línea recta (teoría del maestro Aimé Michel en el sentido de que algunas veces los puntos de un cierto número de avistamientos ovni se sitúan en una misma recta), o más bien en cierta franja longitudinal relativamente estrecha. La iglesia y la planta eléctrica están separadas por un kilómetro de distancia. La fonda, el casino, el colmado de Marín y el caserón de Antonio Darnaude pertenecen a grosso modo a esta misma alineación, si la ensanchamos en cierta medida.
 
INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA: Ningún otro fenómeno colateral de carácter anómalo nos ha sido comunicado. Tampoco se comentó el hallazgo en el terreno de cráteres, socavones o posibles fragmentos del bólido refulgente. Del mismo modo no se ha detallado el importante dato de la velocidad a la que el “melón en llamas” se precipitaba hacia tierra, ni si su descenso fue en vertical o hizo movimientos inclinados u horizontales (en este último caso, un cuerpo que se echa encima lentamente y/o zigzaguea nunca podría ser un meteorito convencional).

Por aquellas fechas el Alcalde de Arroyo era Domingo Darnaude Campos, y el Juez de Paz, Cipriano Corona. El párroco pudiera haber sido Antonio Montero Gordillo o bien Valentín González, extremo que no ha sido precisado. La sanidad estaba al cargo de los dos facultativos, Diego Vélez Escassi y Nicolás Martín Rocha. Al mando del “Todo por la Patria” se encontraba el Teniente de la Benemérita, Sr. Fernández Palomo, natural de Málaga. El nombre del Cabo era Manuel Millán, nacido en Ubrique, y que más adelante llegaría a ser Jefe de la escolta del General Gonzalo Queipo de Llano, liberador de Sevilla en la Guerra Civil.

Uno de los números se apellidaba Poveda, gran tirador que perteneció a la guardia del rey Alfonso XIII. Otros guardias cuyos nombres se recuerdan eran Benito Cebrián Ruiz, Casildo Ortega y el señor Masero. Como dato curioso, aunque sin relación con el insólito evento de 1932, hacia el verano de 1952 ( ¿ ) y tras una aparatosa tormenta, las calles de Arroyomolinos aparecieron cubiertas de numerosas y diminutas ranas, cuyo dudoso origen -traído por los pelos- se atribuyó al arroyo del Abismo que cruza la población.
 
DETALLES DEL AVISTAMIENTO POR JOSEFA GONZÁLEZ VÁZQUEZ La que pasado el tiempo se convertiría en esposa del licenciado en Derecho y profesor, Manuel Márquez, (“El Estudiante”), divisó en las alturas al modo de “un ovillo o bola que iba soltando muchas chispas, una especie de madeja cuyo hilo se fuera desprendiendo”. Al principio creyó que era un relámpago, pues el “ovillo” iluminó con una poderosa luz toda la zona e incluso el interior de las viviendas. El objeto resplandeciente “cayó” (¿descendió hasta chocar con el suelo?) al sitio denominado Barranco de la Morena.

MÁS SOBRE LA FONDA DE PARENTE: Benito Sánchez Márquez (“Benitorro”), ex Juez de Paz y propietario de un taxi, que se encontraba en el hospedaje al tiempo del cuasi aterrizaje del “meteorito”, da fe de que un camión Chevrolet albergado en el patio de la contigua posada sufrió ciertos daños. Por otro lado, los cuadros colgados de las paredes en las habitaciones del hostal aparecieron en las baldosas, y se abrieron grietas en algunos muros. El testigo jura que en la fonda “cayó algo”, aunque no puede precisar qué. En el momento del incidente se encontraban en la camilla del comedor Domingo Parente, su esposa Pilar y dos muchachas de servicio llamadas Magdalena Gines e I. Domínguez (cuñada de Diego Valero “El Aceitero”, transportista y negociante local).

Al producirse “el trueno tan exagerao” Domingo se llevó tal susto que “le dio un patatús” y se cayó al suelo. Quienes le rodeaban tardaron más de media hora en hacerlo reaccionar. Benitorro cuenta que “en Arroyo hubo quien se mareó” con motivo del estampido aéreo, y las puertas de algunas casas se abrieron solas. Según él, la noticia del “ruidoso meteoro” saltó a algún periódico pero no recuerda cuál, por lo que convendría examinar en la hemeroteca el ABC y El Correo de Andalucía (Sevilla), Odiel (Huelva) y Hoy (Badajoz) en sus ediciones del 9 al 15 de diciembre de 1932.

LA “PELOTA DE FUEGO” DE GALAROZA: En la misma jornada del desplome del “balón de rugby” sobre Arroyomolinos de León, 8 de diciembre de 1932, hacia las seis y media de la tarde (cinco horas antes del espectáculo celeste arroyenco), la solemne procesión anual de La Inmaculada Concepción transcurría sin novedad por las adornadas calles de Galaroza, localidad de la misma provincia de Huelva en la serranía de Aracena, con 2.600 almas y distante 29 kilómetros por carretera de Arroyomolinos.
 
De repente los numerosos fieles que caminaban despaciosamente en las dos filas del cortejo religioso contemplaron atónitos en el cielo “una pelota grande del color del fuego que giraba y parecía que iba dando vueltas”. El fenómeno lumínico se desplazaba lentamente, a tal punto que a algunos devotos les dio tiempo de ahumar cristales para observarlo mejo, lo que indica por otra parte que el objeto esférico despedía un fulgor muy intenso. Esta observación multitudinaria ha sido detallada por Rosa Rodríguez, casada más tarde con Benitorro, quien explica que “la pelota “encendía” la vio toda Galaroza”, por lo que sería factible localizar otros testigos.

No deja de ser interesante la coincidencia de ambos fenómenos tan inusuales y llamativos en dos enclaves distantes a vuelo de pájaro unos quince kilómetros, y separados tan sólo cinco horas en el tiempo. ¿Cuál fue la naturaleza y origen del “melón ardiendo” de Arroyomolinos y del “balón de candela” en Galaroza?. ¿Hubo alguna relación entre ambas exhibiciones?.

Si el cegador “ovillo que se deshilachaba” sobre Arroyomolinos era un cuerpo natural en caída libre, originó una sarta de efectos electromagnéticos y físicos harto singulares, difícilmente explicables. Y la “naranja ígnea” escoltando a paso de tortuga el rosario mariano de Galaroza, que sepamos no cabe asimilarla a ningún suceso de la naturaleza ni a artefacto alguno de la aviación de la época. El segundo intruso aéreo si no también el primero, es a todas luces lo que quince años más tarde se bautizaría como objeto volante no identificado.
 
Y siendo el melón celeste tan cercano en el tiempo y en el espacio a la esfera rodante de la Pura, ello hace sospechar que existió una vinculación no natural entre ambas sorprendentes efemérides, de las que se habrán perdido muchas pistas por haber tenido lugar sesenta años atrás. Si algún testigo de Arroyomolinos declarase que el “melón quemante” se descolgaba en el aire con lentitud o sin seguir una trayectoria recta, sabríamos a ciencia cierta que tanto en Galaroza como horas después en Arroyomolinos se desarrollaron en la atmósfera onubense misteriosos acontecimientos intencionales orquestados por alguna inteligencia foránea, por motivos arcanos.

Agradecemos a Manuel Darnaude Giménez su valiosa colaboración en cuanto al interrogatorio de algunos testigos. Y a Antonio Moya Cerpa sus dos estupendos dibujos descriptivos de lo que se descolgó de las alturas en Arroyo y Galaroza. En el dossier de esta historia figura la siguiente documentación: la referencia a Arroyomolinos de León en el Diccionario Geográfico de España por Pascual Madoz (2 páginas); 3 mapas y 17 fotografías de las casas y calles de Arroyo.
 
 
 
 
 
 
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