Pontifex Maximus
PONTIFEX MAXIMUS

Por Ángel Rodríguez Álvarez
 
ggeifo@gmail.com

Durante siglos, a lo largo de toda la historia de la Iglesia Católica, se ha venido discutiendo si realmente esta Iglesia sigue las enseñanzas del que consideran su fundador, llamado Jesús el Cristo, y que dicen que fue el Mesías prometido.

Muchos que en su día pertenecieron a esta Iglesia, renegaron de ella, al considerar que sus dirigentes abandonaron su esencia eminentemente espiritual para convertirse en un poder temporal.

Las ideas de unos chocan contra las de otros, en virulentos combates dialécticos.

En La Doctrina, www.ladoctrina.org se publica un estudio titulado "¿Cómo apareció el primer Papa?", donde se pone en duda la legitimidad de la jerarquización de la Iglesia Cristiana, (en todas sus vertientes), estudio que es contestado furibundamente en la "Apologética Católica para el Mundo de Habla Castellana", por Pepe Piedra, en su trabajo "Disparates en la Red", aunque este contraataque se hace con muy poca caridad cristiana, por lo de que volvemos a aquello de "Dime de qué alardeas y te diré de qué careces". Es la eterna trifulca entre ideólogos de las diferentes tendencias.

Cristo se rodeó de una serie de discípulos o Apóstoles, (por cierto, eran más de doce y también había mujeres, cosa que nunca se dice), que se consideran como la Primera Iglesia, y que recibieron las enseñanzas y la preparación necesaria para difundir el nuevo culto directamente de su Maestro.

En "¿Cómo apareció el primer Papa?" se hace hincapié de que ya el propio Cristo tuvo la precaución de advertirles contra la creación de jerarquías, y se cita para ello a Mateo 23:8, 9:
 
"Pero vosotros no queráis que os llame Rabí, porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos.

Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos".
 
Se aduce, contra esto, que la palabra padre era usada con frecuencia por los judíos para dirigirse a los levitas y otros representantes del Judaísmo. Y que a eso se refería Cristo, a que no la usasen en ese mismo sentido hipócrita, sino en otro más espiritual y acorde con los fundamentos de la naciente "familia cristiana". Se busca rizar el rizo y encontrar una justificación a las más que aparentes contradicciones.

Siempre he creído que la Verdad es sencilla, clara y que no necesita interpretaciones, pero veo que me he equivocado.

Sigue el estudio que enfurece a la Apologética Católica diciendo que en la Antigua Roma existían numerosos cultos de la más diversa procedencia, con sus respectivos dioses y diosas que eran aceptados y convivían entre sí sin problemas generalmente. Existía una amplia libertad religiosa.

Entre estos dioses y diosas existía una llamada CIBELES, (Kybele), de un culto antiquísimo, (del Neolítico), diosa de la vida salvaje, que posteriormente se convertiría en la diosa de Frigia, que primitivamente era adorada en la forma de una piedra negra sin tallar, y que era un meteorito. Esta diosa era llamada la Madre de todos los Dioses, Magna Mater, o Gran Madre. Como muchas diosas, CIBELES tenía un dios consorte, cuyo nombre era PAPAS, que significa, en griego, Gran Padre. Así pues, tenemos que PAPA tiene un origen pagano.

Pepe Piedra, se sube por las paredes cuando en el citado estudio "¿Cómo apareció el primer Papa?" se dice que esta denominación se encuentra en distintas partes del mundo, como por ejemplo en América en los tiempos de los conquistadores, según hace constar Fray Bartolomé de las Casas, en APOLOGETICA HISTORIA DE LAS INDIAS, cap.138, p.366, cuando refiere que los inquisidores ordenan no utilizar el término PAPAS, pues los indios denominaban así a sus sacerdotes. Como alternativa recomiendan el uso del término Pontifex o Pontífice.

Cuando el Cristianismo comenzó a expandirse, en Roma se estableció un grupo que por su situación alcanzó gran preponderancia sobre los demás, una vez que desaparecieron las persecuciones y muertes que contra ellos se dictaron por las diferentes autoridades romanas.

No existía nadie con el título de PAPA, sino que desde su inicio la Iglesia establecía como dirigentes locales de las comunidades que iban fundando lo que denominaban obispos, (epíscopos), aunque podríamos considerar a Pedro como el primer Papa.

La posición de privilegio de la que gozaba el Obispo de Roma, una vez "cristianizada esta ciudad", cesando las persecuciones y martirios, es decir, cuando se llegó a una situación de legalidad, lo fue convirtiendo poco a poco, en lo que podríamos considerar como la cabeza de esa Iglesia conformada por las distintas comunidades, y con gran autoridad sobre todas ellas. Es de suponer que fue por acuerdo general centralizarse en la capital romana, por ser el Cristianismo la sustitución de cuanto significó el antiguo Imperio Romano.

Hasta los tiempos de Constantino (de quien se dice que fue el verdadero organizador de la Iglesia Cristiana, ya con una estructura más cercana a la actual), duró esa denominación de Obispo. Constantino tenía la función de Pontifex Maximus y Vicario de Cristo.

Cuando Constantino pasó a mejor vida, los obispos de Roma comenzaron a reclamar mayores privilegios, prestigio y autoridad, espoleados por la competencia y ambición del Obispo de Constantinopla, quien quería centrar en él el poder, por considerarse a Constantinopla como la Nueva Roma.

Dámaso I fue el Obispo de Roma que hizo frente a las citadas pretensiones, al declarar que Roma era la primera Sede, (solio, silla o trono) del Apóstol Pedro, apoyándose en la frase dicha por Jesucristo a Pedro:
 
"Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia".
 
Sin embargo hay quien dice que lo que quiso decir Cristo fue:
 
Tú eres Pedro, (Piedra), y sobre esta roca (Cristo), edificaré mi Iglesia.
 
En fin. Cada cual barre para su casa, e interpreta lo que le parece. Lo malo de las Escrituras y documentos más o menos  históricos religiosos son las "interpretaciones" que se hacen, cada cual a su manera e interés.
 
También fue Dámaso quien calificó a la Iglesia de Roma  como "Apostólica". Hoy se dice de ella que es "Una, Santa, Católica y Apostólica".

Todos estos tejemanejes produjeron sus más y sus menos, y doctores de la Iglesia hubo que no estuvieron de acuerdo con Dámaso I, entre ellos los renombrados teólogos San Agustín y San Ambrosio. Según San Ambrosio, "Pedro tenía una primacía de confesión, no de oficio; una primacía de fe, no de rango".

De nada sirvieron las protestas, y la ambición humana presidió el desarrollo de las doctrinas y normas que apoyaban las pretensiones del Obispo de Roma. Todos se olvidaron que "Santo Padre" o "Padre Santo" es un título que sólo le corresponde a Dios. Al aplicárselo el Papa de Roma se produce, subliminalmente, una deificación del representante de la Iglesia.

El primero que pasó a llamarse con la denominación pagana de "PAPA" fue el sucesor de Dámaso, Siricio.

Discusiones y debates aparte, uno observa que muchos de los representantes de esa Iglesia no pueden serlo, a juzgar por su comportamiento, representantes de Dios en la Tierra. Yo al menos, en mi modesta opinión, no lo creo así, aparte de que no entiendo por qué debemos tener intermediarios entre Dios y nosotros.

Para "despejarme las dudas", Pepe Piedra justifica esa intermediación con las siguientes palabras, que me dejan estupefacto, turulato y patidifuso, pues no aceptar autoridades eclesiásticas supone para él lo siguiente:
 
"Esto es comodísimo, pues así nadie me va a decir que estoy equivocado o que me comporto de manera inmoral. Es casi como convertirme en mi propio Dios".
 
No salgo de mi asombro. Yo no estoy capacitado, al parecer, para juzgar qué es bueno y qué no lo es. Y debo aceptar que se me diga que estoy equivocado, tenga o no la capacidad para pensar por mí mismo, y se me juzgue como persona moral o inmoral, según la visión que de la vida tenga esa Iglesia y sus representantes, que como sabemos están totalmente desfasados de la realidad social. De ahí sus numerosos problemas y la consiguiente pérdida de seguidores.

Pero, ¿qué es realmente, y sobre todo, qué significa ser Papa?

"El Pontífice romano, como sucesor de Pedro, es la perpetua y visible fuente y fundamento de la unidad de los obispos y de toda la compañía de los fieles". (Concilio Vaticano II).

El Papa, dentro de la Iglesia Católica, es considerado el Vicario de Yeshúa, "Vicarius Filius Dei", Vicario del Hijo de Dios, también llamado Jesús el Cristo.
Vicario es una palabra cuyo significado es "el sustituto". Por tanto el Papa es el que sustituye al llamado Mesías.
En la lucha que se estableció por obtener el control entre Roma y las otras iglesias, quedaron al final Roma y Constantinopla, y la rivalidad entre ambas generó una separación que se hizo permanente a partir del año de 1054. Constantinopla tomó el nombre de Iglesia Ortodoxa, que se parece mucho a la primera Iglesia, pues está conformada por trece comunidades gobernadas por sus obispos, con autonomía por tanto, aunque se mantienen unidas por sus creencias. Su representante, que no tiene autoridad oficial, a diferencia del Papa de Roma, sobre el resto de comunidades, se llama Patriarca, "Primur Inter Pares", que significa el primero entre iguales. Efectivamente, la Ortodoxia parece seguir la estructura de la Iglesia inicial, donde todos eran "hermanos".

Ya hemos dicho que el término Papa (pappa o papass), significa Padre, aunque se le atribuye los siguientes significados, utilizando una a una las letras del término:
P correspondería a Petri

A significa Apóstol

P a Potestatem

A a Accipiens, o sea, el que recibe la potestad del apóstol Pedro.

Pero lo correcto es la denominación Padre, y lo demás son simplemente adornos.
También se le llama "VICECRISTO" y "VICEDIOS". Y como Dios se despiste un poco...

Se le nombra entre los cardenales, por votación secreta, en lo que se denomina "Cónclave", (por decisión del Papa Pablo VI se excluyen de ese Cónclave los cardenales que tengan más de 80 años).

Tiene el Papa en la Iglesia la potestad plena, suprema, inmediata y universal, y en cuestiones de fe se le considera infalible, o sea que no puede equivocarse. Su autoridad no se puede discutir.

Pero claro, la realidad es muy diferente. El Papa se equivoca como cualquier persona, tanto en asuntos de fe como en cualquier otra cosa. Y como "sustituto" de Cristo, se queda uno inmerso en numerosas dudas cuando ve, en la Historia de la Iglesia, la trayectoria de muchos Sacerdotes, Obispos, Cardenales y Papas, cuya vida no fue precisamente edificante.

Porque entre los Papas también los ha habido asesinos, falsos, ladrones, manipuladores, viciosos, y un largo etc. representativo de todo lo malo del género humano.

En cuanto a la infalibilidad, ya vemos ese divorcio creciente entre la sociedad y la Iglesia, que confirma que, en muchos temas, el Papa se equivoca.

Entre sus errores, yo destaco el que le dieran al Opus Dei la cualidad de Prelatura Personal y elevasen a los altares a su fundador Escrivá de Balaguer. Es además escalofriante que, sobre el Opus Dei, Juan Pablo II dijera:
 
"Defenderlo, custodiarlo, amarlo. El mundo no se merece todo el bien que el Opus Dei lleva a cabo". (Juan Pablo II. Alocución al Congreso Universal de Roma. 1982).
 
¿A esto se le llama infalibilidad? Le doy la razón en algo: "...el mundo no se merece todo el bien, (¿bien?) que el Opus Dei lleva a cabo". No lo merecemos, desde luego. Pero lo soportamos y evadimos como podemos. Esperando tiempos mejores en que algo como eso desaparezca para siempre.

La aceptación de la realidad de los milagros y de las apariciones de Vírgenes y santos, (Juan Pablo II reafirmaba esa realidad de los lugares marianos, que apoyaba incluso con su presencia física) es otro punto negativo en mi opinión, que demuestra que de infalibilidad nada de nada.

Tenemos presente, de igual forma, la creación y desarrollo de la Inquisición, brazo armado de la Iglesia, que tanto dolor y muerte ha sembrado en nombre de la Fe.

Tradicionalmente la Iglesia Cristiana, sobre todo en su vertiente Católica ha sido y sigue siendo bastante machista, con una consideración inferior de la mujer con respecto al hombre, aunque se utilizan muchas y distintas explicaciones para tratar de justificar esa diferente consideración, que además se niega de forma hipócrita y descarada.

La mujer tiene vedado el sacerdocio y otros "privilegios" reservados al varón, y su papel viene a ser poco menos que de sirvientas o criadas de los sacerdotes, obispos, etc., en su papel de monjas sumisas y disciplinadas.

El resto de las mujeres tenían el papel de ser amas de casa, sujetas al hombre en todos los sentidos, sin derecho a nada, como no fuera obedecer y callar.

Este papael machista se da en general en todas las religiones, pues éstas son el fiel reflejo de la sociedad y de sus ideas y costumbres.

Sin embargo, en los tiempos de Jesucristo hubo mujeres "apóstolas", que tuvieron una significación muy grande para el Cristianismo.

Durante la pasión y muerte de Cristo, los discípulos hombres salieron corriendo y fueron a esconderse como ratas, para que no los apresaran a ellos también. Sin embargo las mujeres no se ocultaron y lo acompañaron hasta el último momento. En la supuesta resurrección, también fueron las mujeres las primeras en ser testigos del suceso.

En las primeras iglesias tuvieron un papel muy importante e incluso decisivo.

Fue posteriormente cuando la Iglesia, ya formada en su estructura actual, empezó a tratar a las mujeres, al principio como seres carentes de alma, y después como personas de segunda categoría, e impensables para ocupar ningún puesto dirigente.

Y así siguen las cosas en la actualidad. Sin embargo estas mujeres tratadas así siguen siendo las más fieles seguidoras de la Iglesia, frente a los hombres que cada vez la abandonan en mayor número.
Pero a lo largo de la Historia han sucedido cosas muy curiosas, y entre ellas destaca la existencia de una Papisa, que se les coló a esta Iglesia machista sin que se diesen cuenta de ello.

Me refiero al conocido caso de la Papisa Juana, nacida en Ingelheim am Rhein, (cerca de Maguncia) en el año 822, al parecer hija de los amoríos de un monje.

Debido a su nacimiento se crió en un ambiente culto y de mucha religiosidad. En una época en que los estudios estaban vedados a las mujeres, Juana tuvo la oportunidad de estudiar.

Sin embargo, para tener unos estudios de forma seria y continuada, había que cursar la carrera eclesiástica, por lo que optó por hacerse pasar por un hombre. Adoptó para ello el nombre de Johannes Anglicus, que significa "Juan, el inglés".

Convertido pues en hombre, pudo moverse con entera libertad, viajar, relacionarse con personas importantes e influyentes, y después de pasar de monasterio en monasterio llegó a tener un puesto de enseñanza en Roma, en el año 848.

Su relación con la Curia le valió llegar a convertirse en el/la secretario/a del Papa León IV para asuntos internacionales. Al morir éste, fue elegida como Papa, con el nombre de Benedicto III.

Esta historia, o leyenda como dicen muchos que es en realidad, no podía acabar bien, y Juana acabó quedando embarazada del embajador Lamberto de Sajonia, y parió en medio de una procesión, lo que enfureció a las gentes que la apedrearon allí mismo y que fue, junto con el mal parto, la causa de su muerte.

A partir de entonces, y para evitar que se colase otra mujer, la Iglesia hacía sentar a los nuevos Papas en una silla perforada, y un eclesiástico "tocapel..." se encargaba de comprobar, a través de ese agujero, si el Papa tenía o no testículos que confirmasen su masculinidad.

Si no había problemas, el "comprobador oficial" decía: "Duos habet et bene pendentes", que significa: "Tiene dos y cuelgan bien".

¿Es toda esta historia una leyenda en realidad?

La Iglesia niega que haya habido jamás una Papisa, como es de suponer, claro, pero voces hay en sentido contrario, por lo que nos quedaremos con las ganas de conocer la Verdad, como siempre. Desde luego no consta en la "Lista Oficial de Papas".

¿Habrá en el futuro una Papisa? ¿Cambiará el papel de la mujer dentro de la Iglesia, o los hombres seguirán manteniendo su poder y negándose a aceptar a la mujer como su igual?

A la vista de lo que se ve, se oye y se lee, el futuro no presagia nada bueno y la cerrazón mental eclesiástica continuará, per sécula seculorum.
 
 
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