El tercer milagro

EL TERCER MILAGRO

Ángel Carretero Olmedo

acarreteroolmedo@gmail.com

Santo es la denominación que utiliza el Nuevo Testamento (Col. 1,2) para referirse a los miembros de la comunidad cristiana, pero restringido en el uso eclesiástico, desde la antigüedad, para designar a aquellos que han sido virtuosos hasta un grado heroico. Los santos, por lo que a la Iglesia Católica respecta, están jerarquizados en varias categorías: apóstoles y evangelistas, mártires, confesores (originariamente aquellos que han sufrido prisión o dolor sin la coronación final del martirio y, tiempo después, santos masculinos, cuyas virtudes eran sobresalientes), doctores (santos destinados al aprendizaje sagrado), vírgenes, matronas y viudas.

Hacia el siglo IV de nuestra era, se difundió con intensidad la práctica de venerar a los santos. Durante la Edad Media, dicha práctica estuvo rodeada de gran superstición, incluso antes de la reforma. El Concilio de Trento (1545-1563) afirmó que invocar a los santos es algo útil por los beneficios que se pueden obtener de Dios a través de su intercesión. La creencia y la práctica de la Iglesia Ortodoxa es la misma en sustancia que la católica.

Esa intercesión da lugar a los milagros, palabra que procede del latín (mirari), y es el hecho que trasciende en apariencia los poderes humanos y las leyes de la naturaleza, y se presenta como el reflejo de una intervención divina especial o de fuerzas.

Las historias de milagros son en la práctica un rasgo común de casi todas las religiones. En algunas sociedades, se cree que un chaman tiene la potestad de sanar a través del contacto con las fuerzas externas. Se han atribuido poderes milagrosos a muchos líderes religiosos y fundadores de sectas. Se asegura que Moisés y los profetas de Israel habían realizado hechos milagrosos por orden de Dios. La tradición musulmana incluye relatos de los milagros de Mahoma, tales como sus extraordinarias curaciones.

Se ha prestado más atención a los milagros en el cristianismo, a pesar de todo, que en cualquier otra religión. Los milagros han sido atribuidos no solo a Jesucristo, sino también a varios de sus inmediatos seguidores y a los santos cristianos, hasta nuestra época. Los milagros de Cristo, recogidos en los Evangelios, son una parte integral del texto narrativo del Nuevo Testamento e incluyen resucitar a los muertos, transformar agua en vino, alimentar a miles de personas con pequeñas cantidades de comida, exorcizar los demonios y curar a los enfermos y deformes. El milagro más importante del Nuevo Testamento es la resurrección de Cristo. Bajo la influencia de la filosofía griega, los escritores cristianos aceptaron la idea de que los milagros poseen valor evidente, es decir, dan prueba de que Dios actúa en el mundo.

Muchos históricocríticos afirman que los milagros de los Evangelicios se han escrito más para inculcar verdades religiosas que para plasmar hechos históricos. De esta forma, el hecho del milagro se apoya mas en su significado que en el hecho en si mismo. Desde este punto de vista, el objetivo de la historia de un milagro es demostrar que Dios dirige la historia humana e interviene en ella.

La Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, para hacer santo a una determinada persona, exige que se demuestre que este señor ha intervenido en la realización de dos milagros. Aunque la practica aconseja que sean tres,. En una palabra: tenemos que hacer tres milagros, y que posteriormente la iglesia se lo crea, para que nos hagan santos

Igualmente, se aconseja que los peritos que certifiquen esos milagros –en casos de curaciones, por ejemplo- sean ajenos a la iglesia y no practiquen la religión católica. Es decir: es preferible dejar la prueba en manos de terceras personas, que nada tienen que ver con la iglesia que pretende hacerlo santo. El proceso dura años, finalizando siempre en un juicio. Juicio donde hay un tribunal, un abogado defensor y otro que se opone. Este último es el Abogado del Diablo.

Sobre todo esto Richard Vetere escribió una novela que Francis Ford Coppola llevó al cine, encargando los papeles protagonistas a Ed Harris, Amne Heche y Armin Mueller-Stahl.

Frank Shore, un sacerdote conocido como “el asesino de milagros”, es llamado urgentemente por su obispo... una estatua de mármol de un convento de Chicago está llorando sangre. El párroco local pide considerar la santidad para Helen O’Regan, una devota mujer de pasado desconocido, que vivió en el convento hasta su defunción, y a quien la comunidad cree responsable de las milagrosas lágrimas.

El Padre Frank, en plena crisis de fe, deberá pedir ayuda a la hija de Helen, Rosanne. Todo se complicará cuando empieza a sentirse atraído por ella, y eso haga tambalear aún más sus creencias.

Después del correspondiente proceso, y durante el juicio, Frank descubre la verdadera identidad de la santa y su nacionalidad. Esta mujer realizó otro milagro anterior al de las lágrimas. Durante la Segunda Guerra Mundial los aliados bombardearon por error una pequeña ciudad industrial perdida en el corazón de Europa, convirtiendo ella las bombas en blancas palomas de la paz.

La historia es conocida en esa ciudad, negándose los habitantes a declarar, pero existe un testigo privilegiado: un sanguinario oficial alemán que tiene una pierna ortopédica, y estaba localizable en esos momentos. El sacerdote también descubre que, finalizada la guerra, ese oficial se convierte al catolicismo, se hace sacerdote y posteriormente obispo. Era su forma de pedir perdón por los asesinatos cometidos y salvarse de pasar por un juicio como criminal de guerra.

Está sentado en el tribunal que juzga a la santa, actúa de Abogado del Diablo, sufriendo un amago de infarto cuando el Postulante comienza a narrar el milagro y se da cuenta que es él el testigo de que habla. El juicio se suspende...

Interesante película y novela para conocer un poco más sobre las intrigas de la iglesia católica, y de paso enterarnos si esta persona efectuó un tercer milagro, o actualmente la iglesia está a la espera del mismo para hacerla santa. En el tiempo narrativo de la obra literaria solo existían tres santos americanos, ¿será esta mujer la cuarta en la lista?

¿Existen hoy en día los milagros? ¿Podemos tomar las apariciones marianas como milagros? ¿Cómo llamar a los actuales curanderos que existen en Andalucía?, Las respuestas a esas preguntas las dejo en manos de quienes tratan esos temas. Pero lo lamentable, es que en estos momentos determinadas creencias están haciendo santos a quienes no lo son.

Me refiero a los que se inmolan por sus creencias, pero eso mismo ocurría en los primeros momentos de nuestra iglesia. Los católicos hemos hechos santos a quienes prefirieron morir antes que renegar de su credo. Y, ¿cómo podemos denominar a esos antiguos cristianos que acudieron a lejanas tierras para luchar contra el infiel?

Si los milagros tienen valor evidente y Dios actúa en el mundo, ¿cómo lo hace en nuestro tiempo? ¿Permite él las actuales guerras y el hambre? Que contesten estas preguntas esos filósofos griegos que influenciaron a los escritores cristianos.

En Cádiz, un sector de la población se llevó un tiempo pidiendo que la iglesia reconociera como santo a un señor que murió hace ya muchos años. Su nombre: Don Rosendo. Actualmente su tumba, que se encuentra en el cementerio de San José, es la más cuidada de todo el camposanto, tiene flores frescas todo el año y siempre existen voluntarios para pintarla y acondicionarla.

Se volverán a oír esas voces cuando el cementerio cierre definitivamente y se comience el traslado de las tumbas a otro lugar. Ignoro si este medico, o sacerdote para otros (1), tiene hoy en día familiares vivos o no. ¿Estamos ante una leyenda más de nuestra ciudad?

Existe otro medico, que conocí personalmente hace 35 años, a quien el pueblo venera. Los vecinos del barrio donde tenia la consulta sufragaron de su bolsillo el costo de una estatua, que instalaron en una plaza sin el permiso de las correspondientes autoridades, que se limitaron a ver como lo hacían y olvidar el asunto.

¿Estamos ante el primer paso para pedir después la santidad? La gente mayor del barrio comenta que Don Manuel, como se le conoce, reúne todas las cualidades para ello y quizás ya tenga en su haber algún que otro milagro.

Sobre ambos casos las autoridades eclesiásticas gaditanas nunca se han pronunciado, limitándose a comentar que tienen conocimiento de los hechos, pero nada más. Forma parte de las creencias populares de la ciudad, al igual que otras muchas, relacionadas con apariciones de determinados frailes y vírgenes. Así como otros asuntos que se apartan de la religión, entrando de lleno en autenticas historias de intriga. Como la de un supuesto espía ingles, que aparece herido por Cádiz sobre la primera mitad del siglo XVIII, y cuya historia –según cuentan algunas personas- puede dar lugar a una novela que muy bien podemos titular como “007 al servicio de Su Majestad: Misión en el siglo XVIII”. Seguro que tendremos tiempo para hablar algún día de todo esto.

Dejemos de ir por estos derroteros, que nos pueden llevar a apartarnos de los fines de este boletín. Con estas líneas pretendo recomendar una novela y una película, que nos haga olvidarnos de otros asuntos y pasar un rato agradable. Y de paso, conocer algo más de los personajes de la ciudad donde nací y viví muchos años. En todas partes existen potenciales santos, a quienes también atribuir potenciales milagros.

 

  1. No está nada clara la verdadera identidad de Don Rosendo. Para algunos devotos, estamos ante un medico muy conocido en la ciudad en su época. Otros, aseguran que era un sacerdote que acabó sus días en nuestra ciudad,

 

 

 

 

 

 

 

 
 
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