La destrucción de Sodoma y Gomorra
  
LA DESTRUCCION DE SODOMA Y GOMORRA

Por Angel Rodriguez Alvarez

ggeifo@yahoo.com

El cielo tenía un aspecto plomizo, debido al asfixiante calor, y no       soplaba ni una ligera brisa que pudiese refrescar un poco el ambiente       tórrido.
Las tiendas estaban formando una especie de poblado, donde se mezclaban       las personas con los animales, aunque el grueso de los rebaños estaban en       las inmediaciones del improvisado poblado, en rediles.
Habíanse asentado en el Valle de Mamre, en Canaán y Lot, que hasta       entonces iba junto a  Abrahám, se asentó en la llanura del Jordán, en las       cercanías de la ciudad de Sodoma, un verdadero jardín del Edén, zona de       riego como en Egipto, separándose así con objeto de evitar las disputas       que se producían entre sus respectivos pastores, pues Abraham no deseaba       rencillas entre éllos, pues eran hermanos, (en realidad Lot era sobrino de       Abraham, hijo de su hermano Arán).
Aquel día todo era de una quietud extrema, debido a las altas temperaturas       que aplanaban a las personas y a los animales, dificultando cualquier       actividad por mínima que ésta fuera.
Abraham, el Patriarca y jefe de la tribu, se encontraba a la entrada de su       tienda. Parecía un día más, como cualquier otro. Pero todo iba a dar un       giro inesperado.
Un ligero zumbido, acompañado de un suave viento hizo que Abraham       levantara sus ojos y los fijara ante la visión que tenía ante sí. La Gloria del Señor acababa de tocar tierra en las cercanías de su tienda, y tres personajes, tres mensajeros del Señor descendieron y se encaminaron       hacia el lugar donde se encontraba el Patriarca.
Abraham los reconoció de inmediato, pues su aspecto regio, impresionante,      y sus vestiduras los identificaban plenamente. Además ya estaba       familiarizado con su presencia, pues de cuando en cuando venían a       visitarle.
Se inclinó ante éllos, en una reverencia profunda para mostrarles su       respeto y su sumisión.
       
"Y el Señor se le apareció a Abraham en la arboleda de terebintos de       Mambré, cuando estaba sentado a la puerta de su tienda, al calor del día.
Y levantó los ojos y miró, y vió tres hombres que estaban parados ante él.
Y en cuanto los vió, corrió desde la entrada de la tienda hacia éllos, y se postró en tierra".
       
Abraham suplicó a los tres enviados del Señor que no pasaran de largo ante
su tienda, sin darle la oportunidad de ofrecerles una suculenta comida,       como indican las leyes de la hospitalidad entre las gentes de aquellas       tierras. Se lo suplicó vehementemente.
Y los misteriosos seres aceptaron, y comieron de un becerro que aderezaron para éllos, y pan que amasaron y manteca y leche, y reposaron a la sombra de un árbol, junto a la tienda del anciano Patriarca, que por entonces tenía la edad de 99 años.
Cuando terminaron de comer y de descansar estaba ya anocheciendo y, el que parecía el jefe, y a quien el anciano llamaba "el Señor", preguntó a       Abraham por su esposa Sara, y le dijo:
       
"Volveré a tí por estas fechas el próximo año. Para entonces, Sara, tu       mujer, tendrá un hijo".
"¿A un hombre de cien años ha de nacer hijo?. ¿Y Sara ya de noventa años       ha de parir?".
       
Abraham no podía dar crédito a lo que le habían predicho.
Sara, que escuchaba a escondidas se rió, pensando que no era posible que,       ya en la vejez, pudiera parir un hijo.
Recriminaron a Sara duramente por haberse reído de su futura gestación,       pues los dioses tenían poder para éllo y élla quiso disculparse diciendo       que no se había reído, sino que había sentido miedo, pero éllos le       contestaron que sí se había reído, e insistieron en que les nacería un       hijo, al cual deberían poner por nombre Isaac.
Mientras hablaban todo ésto, sus miradas se dirigían insistentemente en       dirección a la ciudad de Sodoma. Abraham se dió cuenta de aquel interés       por la ciudad.
Los tres enviados se levantaron, y le dijeron a Abraham que no le iban a       ocultar lo que habían venido hacer.
       
"Hemos oído un clamor sobre las abominaciones de Sodoma, Gomorra y las otras tres ciudades, (cinco ciudades que constituían una Pentápolis, y       cuyos nombres eran: Sodoma, Gomorra, Adama, Seboim y Segor), y deseamos comprobar por nosotros mismos si es cierto tanta abominación, y si han consumado ya su obra".
       
Sería muy interesante saber quién informó a los dioses de lo que acontecía       en las ciudades citadas, y que obligó a éstos a comprobar por sí mismos la       realidad de los informes recibidos, que originaron el terrible castigo que       iban a sufrir.
Dos de los varones se dirigieron caminando hacia Sodoma, mientras que el       que los dirigía, el Señor, se quedaba con el Patriarca. Y siguió       informándole sobre lo que iban a hacer.
       
"Voy a destruir estas ciudades, y a no dejar sobre éllas piedra sobre       piedra, exterminando a todos sus pobladores, arrasando, también, los       campos circundantes" .
       
Mostró Abraham temor ante estas palabras, y temió también por Lot y toda       su gente. Cuando los dioses llevaban a cabo algún castigo, éste era de       consecuencias aterradoras.
Pero el Señor le tranquilizó, anunciándole que pondría a salvo a su       sobrino.
Era ya prácticamente de noche, cuando los dos enviados llegaban a la       ciudad de Sodoma, encontrando sentado en sus puertas a Lot, el cual       reconoció a los visitantes, inclinándose ante éllos como señal de       reverencia y sumisión.
Pese a las palabras tranquilizadoras del Señor, Abraham temía por la       suerte de los habitantes de las cinco ciudades, pues no consideraba que       debieran pagar con sus vidas aquellos habitantes que no hubiesen sido       corrompidos.
Así pues, decidió interceder por aquellas gentes.
Pero debía hacerlo con prudencia, pues temible era la cólera de los       dioses, cuando ésta se desataba.
Juntando sus manos y dirigiéndolas hacia su interlocutor en actitud de       súplica, le dijo, temeroso:
       
"Oh, Señor, ¿Harás una destrucción tal, que incluya también a las personas       justas?. ¿Destruirás al justo en unión de el impío?.
Tal vez hubiera cincuenta justos en la ciudad. ¿La destruirás igualmente,       sin perdonarla por los cincuenta justos ?.
Tú eres el Juez de toda la Tierra. No debes tratar a todos por igual.
Nunca hagas éso, mi Señor. No, no lo hagas. No trates al justo como al       impío".
       
El dios miró a Abraham, y sonrió ante la petición del anciano.
Después volvió su mirada hacia Sodoma y nuevamente su rostro tornó a ser
grave. Y habló. Y éstas fueron sus palabras:
       
"Si yo pudiera hallar cincuenta justos en el interior de estas ciudades,       las perdonaría por amor y por justicia ante esos cincuenta. No. Puedes       tener la seguridad que no habría tal destrucción".
       
Abraham, tímidamente, se atrevió a ir más allá:
       
"Aunque soy polvo y ceniza, me atrevo a suplicar aún por cinco menos. Sólo por cinco menos. ¿Si hubiera tan sólo cuarenta y cinco justos, ¿Serían       destruidas las ciudades?".
       
"No. No las destruiría si sólo hallara cuarenta y cinco justos".
       
"¿Tal vez cuarenta?".
       
"No lo haré si se encontrasen allí cuarenta".
       
"No te enojes, mi Señor, si continúo hablando...¿Treinta?. ¿Si hubiera       treinta?".
       
El Señor sonrió. Le agradaba la bondad de este anciano, y su defensa de       aquellas poblaciones.
       
"Si hubiera treinta, Abraham, tampoco destruiría las ciudades".
       
"Ya que he comenzado Señor... ¿y veinte?. ¿Si tan sólo hubiera veinte       justos?".
       
"No destruiría las ciudades si hubiera veinte. Por amor de esos veinte, no       habría destrucción".
       
"Sólo por última vez, Señor. Por diez justos. Si hubiera diez justos..."
       
El misterioso personaje, finalizó diciendo:
       
"No las destruiría si hubiera tan sólo diez justos".
       
Después, majestuosamente, se dirigió a la Gloria del Señor, y entrando en élla, ésta se elevó en el aire. Parecía una bella joya brillando en el cielo.  Una vez que alcanzó una determinada altura, partió velozmente,       desapareciendo de la vista del Patriarca, que se quedó en silencio,       abrumado, con la mirada puesta en el punto por donde el Trono del Señor       había desaparecido.
Bien sabía Abraham que no había ni siquiera diez justos en aquellas       depravadas ciudades, donde comían hasta que vomitaban, practicaban la       violencia sexual en todas sus formas, y donde el ser humano había perdido       toda verguenza y dignidad, adoptando comportamientos inconcebibles para
seres humanos, y que ni siquiera las bestias realizaban.
Asaltaban a los forasteros, los violentaban sexualmente, ofendiendo su       dignidad de forma brutal, asesinaban y llegaban a beber la sangre de los       desgraciados que se convertían en sus víctimas. Vivían totalmente       embrutecidos, en contínuas orgías de sexo, sangre, gula y cuantos vicios y       degeneraciones se pudiera imaginar.
No había en éllos atisbo alguno de humanidad, cohabitando incluso con los       animales, pese a la advertencia clara del Señor: "Maldito de mí el hombre       o la mujer que se ayuntare con una bestia".
Lot insistió para que los forasteros, enviados celestiales, se alojasen en       su morada, donde les ofrecería un banquete, y donde podrían descansar.
Pero los habitantes de Sodoma, cuando los dos varones se retiraban para       dormir, se llegaron a la puerta de la casa, y a grandes gritos y con       fuertes risotadas, ebrios la mayoría, exigieron la presencia de Lot.
Este acudió presuroso, suplicando a los sodomitas que se habían       concentrado allí, desde los más jóvenes a los de mayor edad, para que se       alejasen y dejasen descansar en paz a los dos forasteros.
       
"¿Quién eres tú, Lot, un extranjero entre nosotros, para decirnos lo que       debemos o no debemos hacer?. En repetidas ocasiones hemos tenido que       soportar que te dirigieras a nosotros, para censurar nuestros actos y       despreciando nuestras costumbres, amenazándonos con los castigos de tus       dioses. Hasta ahora hemos tenido paciencia contigo y con tu familia, pero       nuestra paciencia toca ya a su fin.
Te advertimos que no podías invitar a nadie a tu hogar, sin nuestro       consentimiento y aprobación, hasta que nosotros los hubiesemos examinado.
Saca pues a esos hombres, para que podamos ejercer violencia carnal contra éllos, según nuestras costumbres".
       
Lot contestó:
       
"Respetad las leyes de la hospitalidad, y marchaos. Temed al juicio del       Señor, y volved a vuestras casas, con vuestras legítimas esposas".
       
"¡Maldito seas, Lot, y maldito sea el vientre que te engendró!. ¡Cesa ya       en tus vanos discursos y dános a los forasteros, tal como te hemos       exigido!".
       
Lot, asustado, llegó a ofrecer a sus propias hijas, para evitar que       deshonrasen a los enviados del Señor.
       
"Mirad que tengo dos hijas aún solteras y que no han conocido varón.       Tomádlas y haced con éllas cuanto os plazca".
       
"¡Estás colmando nuestra paciencia, Lot!. ¡Déjanos pasar, o tú y tu       familia sufriréis las consecuencias!.
       
E intentaron violentar la entrada, dando un fuerte empellón a Lot, que       cayó al suelo, hacia el interior de la vivienda.
Cuando todo parecía ya perdido, aparecieron los dos misteriosos varones,       quienes salieron, cerraron la puerta de la vivienda, con Lot dentro, y se       enfrentaron a los presentes. Todos se quedaron quietos, mirándolos. Cuando intentaron arrojarse contra éllos, los dos enviados emitieron, con un objeto que portaban, una luz deslumbrante muy intensa, que dejó ciegos a los sodomitas, que ya no pudieron conseguir sus depravados fines.
La situación habíase tornado insostenible, por lo que los dioses urgieron       a Lot:
       
"¡Toma a tu mujer y a tus hijas, y a cuantos familiares tengas, y abandona       la ciudad, porque el clamor contra élla ha llegado hasta Jehová, y vamos a       destruirla!. ¡Házlo rápidamente, pues ya no queda tiempo!".
       
Lot avisó a sus yernos, y a sus siervos, advirtiéndoles que se apresurasen       en abandonar Sodoma, porque el Señor iba a destruirla. Pero todos tomaron
a broma, con grandes risas, cuanto Lot les decía, y no hicieron caso.
Así pues, los dos enviados empujaron a Lot, a su mujer y a sus dos hijas       solteras, para que se marcharan, dejándolo todo.
Los dioses llevaron casi en volandas a Lot, a su mujer y a sus dos hijas a       las afueras, y le dijeron al sobrino de Abraham:
"¡Escapa!. ¡Huye a las montañas!. ¡Huye y no mires siquiera hacia atrás!.       ¡Huye por tu vida!".
Lot, aterrorizado, temía que no les diese tiempo a llegar a las montañas,       por lo que pidió a los dioses que retrasasen la destrucción para darles       tiempo a llegar a la ciudad de Zoar, la ciudad más alejada de Sodoma. Los       dos varones accedieron, pero siguieron urgiendo a Lot, para que se       apresurase a alejarse de allí.
       
"De acuerdo. Escápate a esa ciudad. Pero dáte prisa, pues no podemos hacer nada hasta que te encuentres a salvo".
       
Mientras Lot, su mujer y sus dos hijas solteras se alejaban presurosos, la       Gloria del Señor descendió y los dos varones penetraron en élla. Después       se elevó y rápidamente se perdió en el cielo, como una estrella.
La suerte de las cinco ciudades estaba echada.
A las primeras horas del alba, Abraham se hallaba sobre la cima de una       montaña, cerca de Hebrón, a unos 35 kilómetros de la zona donde se iba a       desarrollar el terrible drama marcado por la cólera del Señor.
Miraba inquieto en la dirección donde se hallaba la ciudad de Sodoma,       advertido de su inminente destrucción.
En el cielo, dos pequeñas luces se desplazaban velozmente, descendiendo       hacia el valle de Sidim, y pasando en vuelo rasante sobre la ciudad de       Sodoma, así como sobre las otras ciudades de la Pentápolis, para elevarse       nuevamente hacia lo alto.
Después se detuvieron. Quedaron estáticas en el cielo por unos minutos.
El corazón de Abraham comenzó a latir aceleradamente.
En una de las luces se advirtió un destello. Algo pareció desprenderse,       cayendo hacia el suelo.
A unos 500 metros sobre el suelo se produjo una terrible explosión. Una       luz intensa, como el fulgor de mil soles se formó, iluminando el paisaje       como si fuera la luz del día, pero con una intensidad extraordinaria.
De pronto se produjo una especie de penumbra, de la que destacó una luz       púrpura, que acompañada de una gran humareda se elevó hacia el cielo.
Un viento huracanado barrió todo cuanto se encontraba a su paso sobre la       superficie de la Tierra. Todo, en cuestión de segundos, quedó reducido a       cenizas.
El suelo se estremeció, y de igual forma se estremecieron los corazones de       las personas.
Una especie de hongo gigantesco ascendía hasta unos veinte kilómetros de altura.
Todo quedó reducido a la nada. La destrucción fué total, y no quedó piedra       sobre piedra, ni personas, ni animales, ni siquiera la hierba de los       campos circundantes. Nada éscapó a la cólera del Señor.
De los ojos de Abraham se deslizaron algunas lágrimas de compasión hacia
las víctimas de tamaño holocausto. Lágrimas que realmente no se merecían, tal había sido su depravación.
A la destrucción inicial se añadió un cataclismo sísmico, que abrió las       entrañas de la Tierra. Los depósitos de alquitrán y el petróleo que yacía       bajo tierra explosionaron a su vez, aumentando las consecuencias del       desastre, con azufre y fuego intenso.
Se produjo una brecha en la zona Meridional, una ruptura de la costa  y la       zona, que se hallaba bajo el nivel del mar, se vió anegada por las aguas,       que sumergieron las regiones bajas del sur, tragándose las ruinas de las       ciudades malditas.
       
"El sol se elevaba sobre la Tierra cuando Lot llegó a Zohar. Y el Señor       hizo llover sobre Sodoma y Gomorra desde los cielos, azufre y fuego de       parte de Yavéh.
El destruyó aquellas ciudades y toda la llanura, y a todos los habitantes       de las ciudades y toda vegetación que crece desde el suelo".
       
El lago de Lot, con una cantidad de sal superior al 27%,  fué la tumba       final para quienes se atrevieron a desafiar al Señor. Fué llamado el Mar       Muerto, o Mar de la Sal,  (o Lago Asfaltitos por los romanos).
Lot y su familia fueron a morar a las cuevas de las montañas, pues no se       consideraba seguro en Zohar, que creyó sería destruída, también. La       destrucción llegó a ser de tal extremo, que esta familia creyó que habián       llegado a ser los únicos habitantes de la Tierra.
La mujer de Lot, que era no creyente, y que deseaba saber cuál había sido       la suerte que había seguido la gente de Sodoma, volvió sobre sus pasos y       penetró en el área de la explosión, quedando vaporizada.
Pese a que la tribu de Abraham se hallaba acampada a ochenta kilómetros de la zona, el Patriarca ordenó levantar el campo, aterrorizado, y       desplazarse a zonas más seguras.
Era el año 2024 antes de Cristo.
Así pues, viendo Lot que la destrucción era muy grande, y que todo           había quedado arrasado, y temiendo por sus vidas que parecían no           garantizar su estancia en la ciudad de Zoar, mudáronse a unas cuevas           existentes en las montañas, donde se refugiaron de la terrible           devastación.
Zoar, que no fué exterminada, quedaba sin embargo en la zona del           desastre, por lo que sus habitantes la evacuaron dejándola abandonada.
Pasado algún tiempo, Lot y sus hijas pensaron que eran los únicos           habitantes de la Tierra, pues toda el área había quedado sin gente,           que se había alejado de los efectos mortales de la radiactividad.
Pensando que iban a quedar sin descendencia, idearon acostarse con su           padre, para lo cual lo embriagaron y yacieron con él, quedando ambas           encinta. Por aquella época no parecía haber problemas en que se           pudiera tener más de una mujer, o en la relación entre parientes           consanguíneos.
La mayor de las hijas dió a luz a Moab, que fué el padre de los           actuales moabitas.
La más joven parió a Ben Ammí, padre de los actuales ammonitas.
Abraham se quedó a vivir en el pais de los filisteos durante muchos           años, y su eposa Sara dió a luz a un varón a quien pusieron por nombre           Isaac, cumpliéndose así la predicción de los dioses, que posiblemente           tuvieron mucho que ver en ese nacimiento.
Aquí acaba el relato sobre la destrucción de la zona donde se           asentaban las cinco ciudades que fueron malditas por su anormal           comportamiento.
Pero ¿fué así en realidad?. ¿No sería al revés, que las citadas           ciudades fueron destruídas por ser leales al dios rival de Jehová,           llamado Enki, cuyo símbolo era la serpiente y que era su hermano?.
Jehová era, al parecer, Enlil, el dios que odiaba o al menos           despreciaba al ser humano, y que participó en todas y cada una de las           acciones en que se produjo una destrucción o devastación, buscando la           desaparición de esa Humanidad esclava, Humanidad que repugnaba a ese           Enlil, que fué adoptado como Dios por el pueblo de Israel, que no pudo           hacer peor elección.
Entre el malo y el bueno, eligieron al malo como Dios de Israel, el           dios cruel y vengativo de la Biblia.
Jehová-Enlil, fué quien produjo el Diluvio que arrasó el planeta, y           que pudo acabar con el ser humano de no haber sido por el aviso y la           ayuda del dios bueno, Enki, Diluvio que horrorizó incluso a los           propios dioses Annunakis, y que los obligó a abandonar, temporalmente,           nuestro planeta.
¿Fueron entonces los habitantes de la Pentápolis culpables de un           comportamiento antinatural y castigados por éllo, o bien fueron           víctimas de la rivalidad de los dioses en sus disputas y espantosas           guerras?.
Los dioses encargados de provocar la destrucción, no sólo destruyeron           las cinco ciudades de Canaán, sino las intalaciones, (espaciopuerto),           que los dioses rivales mantenían en el Sinaí. La explosión del Valle           de Siddim fue secundaria pero unida a la espantosa destrucción del           Sinaí.
La radiactividad producida por estas destrucciones afectó a todo           Sumer, y las gentes morían de una muerte terrible, así como los           animales. Todo quedó contaminado, y la tierra imposibilitada para el cultivo.
La gran civilización de Sumer desaparece, y la herencia pasa a Abraham           y a su semilla Isaac.
Muchos arqueólogos e historiadores siguieron la pista de estos           sucesos, y no pudieron hallar los restos de las ciudades malditas, pero otros creen haberlas hallado justo en la zona donde la Biblia dice que se hallaban. Pero, ¿son ésas ciudades las que formaban parte de la Pentápolis?.
Desde luego, lo fueran o no, estas ciudades encontradas también habían           sido destruídas.
Estos relatos de las idas y venidas de los dioses, y de sus terribles           enfrentamientos vienen descritos en los textos cuneiformes de las           tablillas de la civilización sumeria, de donde bebieron los cronistas           que escribieron la Biblia.
Antiguamente, la palabra arqueólogo o Arqueología, hacía temblar a los           poderes establecidos, y estaba prohibido que cualquier información que           no confirmase los relatos de la Biblia llegase a conocimiento público.
Tal vez por la cantidad de restos que suelen dejar las destrucciones       como ésta de la que hablamos, los arqueólogos se dedican a investigar a       fondo los lugares bíblicos, para comprobar si hay algo de real en esos       relatos.
Según palabras del arqueólogo alemán Werner Keller, que copiamos       literalmente, sobre lo que ocurrió en la citada zona, tenemos que:

"El Valle de Siddim, que incluye Sodoma y Gomorra, se hundió un día en el abismo junto con el basamento de la enorme fisura que pasa precisamente a través del área.
La destrucción ocurrió en el momento en que se produjo un gran terremoto,
el cual posiblemente fue acompañado de explosiones, efectos luminosos,       pérdidas de gas natural e incendios de todo tipo".

Efectivamente, si observamos dónde está colocado el Mar Muerto, éste se       encuentra en la superficie de un área muy activa en terremotos. El Lago de       Lot, como también se le denomina, se apoya en una profunda depresión       tectónica. El valle de Siddim se hallaba situado en una zona de peligrosa       tensión de la corteza terrestre.
Todo hace pensar que hubo un terremoto seguido de una explosión volcánica en la costa del Lago de Lot.
Añade Keller, en su análisis de lo que pudo haber ocurrido:

"El hundimiento liberó las fuerzas volcánicas que yacían dormidas muy       abajo, a lo largo de toda la falla geológica. En el Alto Valle del Jordán       cerca de Bahsan aún hay cráteres sobresalientes de volcanes extintos.
Sobre la superficie de piedra caliza se han depositado grandes tramos de       lava y profundas capas de basalto".

National Geographic, dice sobre el suceso:

"El Monte de Sodoma, una tierra árida, se destaca notablemente sobre el       Mar Muerto. Nunca nadie ha encontrado las ciudades destruídas de Sodoma y Gomorra, pero los estudiosos creen que se hallaban en el Valle de Siddim, frente a esos riscos. Posiblemente las aguas del Mar Muerto las       sumergieron, después de un terremoto".

Claro que, sin negar ésto, que es una explicación muy racional, podemos       añadir nuestro aporte con algo de "irracionalidad": ¿Una explosión       nuclear pudo desencadenar la catástrofe sísmica, cuyos efectos vinieron a       sumarse a los efectos de esa explosión?. Las fuerzas de la Naturaleza       yacían dormidas: ¿Pudieron despertar a raíz de la explosión provocada y       nada natural?.
Esa es la cuestión. No se trata de negar el cataclismo sísmico, que hoy se       admite como la causa probable de la devastación, sino plantear la duda de       si ese cataclismo se hubiera producido de forma natural en ese espantoso       día, o se desencadenó inducido por un arma terrible, lanzada por los       dioses.
En la actualidad, cuando se producen detonaciones nucleares, se produce un terremoto, (o varios), asociados a esas explosiones. ¿Pudo ocurrir lo       mismo en aquel lugar?.
Los que vivían en zonas aledañas, en mayor o menor cercanía al "área de       castigo", abandonaron el lugar, precipitadamente, y tardaron 21 siglos en       acercarse por allí.
Las fuentes y cursos naturales de agua quedaron contaminadas por      radiactividad, que aún está presente en la actualidad, y quienes bebieron       de éllas, animales o humanos, sufrieron las consecuencias que todos/as       conocemos que se derivan de una contaminacion radiactiva.
Si damos algo de credibilidad a los relatos bíblicos, los mensajeros del       Señor "retrasaron el castigo", para dar tiempo a Lot y a su familia para       que se alejasen de la zona. ¿Un cataclismo sísmico, de origen natural, se       puede retrasar a voluntad?.
Claro que queda en el aire la posibilidad de que los cronistas bíblicos       aprovechasen los desastres naturales para asignarles la condición de       castigos divinos y fuesen así ejemplarizantes.
Huellas hay, y muchas. Pero, ¿a qué fenómeno natural podemos asignar la       radiactividad detectada en ese área?.
Durante muchos años, la zona estuvo inhabitable, y las enfermedades por       contaminación radiactiva que afectaron a los animales y personas, no creo       que puedan ser achacadas a terremotos o volcanes.
Hubo volcán, hubo cataclismo sísmico, sí,pero ¿quién o qué lo provocó?.

   

           
      
          


 
 
 
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